lunes, noviembre 13, 2006

RAILES MOJADOS







Aquí estoy, pensativo
sentado en el andén de la estación.
Mis pies, cercanos a los raíles del tren
están presos de unos zapatos raídos,
gastados por la distancia recorrida.
Mi gabardina mojada da más frió aun a mi piel,
no en vano mi corazón está como un bloque de hielo.
Dejo resbalar la lluvia por mi frente,
eso enfría mis pensamientos.
La espesa niebla casi no deja ver los faroles,
los relojes, las luces intermitentes
y el humo de mi cigarrillo se funde en ella
en esa larga espera, triste espera.
Pasan veloces las locomotoras,
la cortina de aire mueve mi cabello
y una chispa de la catenaria
ilumina un instante mi rostro,
pálido, ojeroso, enfermo de esperanza.
¡Que tristes son los andenes!
Cuantos trenes van pasando,
y como siempre, no subo a ninguno.
Y si lo tomé,… que corto fue el trayecto.
En la oscuridad, como si fuera un flash
contemplo el rápido paso de un vagón
donde dos amantes se besan,
y yo maldigo su suerte, y los envidio.
¿Cuál es mi billete? ¿Qué tren tomo?
siempre la misma pregunta, la misma duda.
Me gusta ese tren antiguo, ese descolorido:
¡Venga….atrévete….!
Y cruzo presuroso el entramado de acero
subiendo y buscando un lugar donde sentarme.
Si…es bonito viajar en tren
es romántico, invita a jugar con la imaginación.
No, no….es más bonito viajar en compañía.
Hay un asiento libre a mi lado….
este viaje… ojalá dure 30 días
en un calendario que no tiene páginas
que no tiene principio ni fin.
Solo, con mis zapatos agujereados,
mi gabardina, mi pelo mojado
y a mi lado, un asiento vacío,
donde dejé posar con ternura una Rosa,
ahora será mi compañera en todo el trayecto.

(Juanfran)





Tus piernas

Tus piernas parecen las alas de una mariposa.
A veces se estremecen como si quisieran desprenderse de la luz
que las sorprende en la lámina de la tarde.

Tus piernas tienen el rubor de la mañana.
Hacia ellas vuelan deslumbrados los deseos de la noche.

Tus piernas unen dos distancias insalvables.
A un solo paso el infierno y el paraíso.

Tus piernas tienen el sonido del fuego
cuando llegan y de la lluvia cuando se van.

Tus piernas cruzan la luna de dos horizontes.
La sombra hechiza su misterio.

Tus piernas se asoman, largas y torneadas,
por la corta falda que anuncia el verano.
La estación del sofoco.

Tus piernas son un peligro para el orden público.
Congregan las miradas a su paso,
con los consiguientes atascos púbicos.

Tus piernas no son un templo
y, en cambio, ante ellas oran
los adoradores de Venus.

Tus piernas escriben su destino.
En cada paso que dan busco mi nombre.

Tus piernas no soportan las medias tintas.
Puede que por ello, así de desnudas,
estén llenas de enigmas y misterio.

Tus piernas nada saben de los espejismos que crean.
Cada caminante ve en ellas una ciudad diferente.

Tus piernas están hechas para cabalgar sobre el viento.
En ningún lugar hallarán reposo.
Pobre del ingenuo que sueñe con retenerlas.

Tus piernas son dos verdades que interrogan
y sacan los colores a la costumbre.

Tus piernas nunca se convertirán
en el nudoso tronco de un árbol,
como una Dafne cualquiera.
El fuego está condenado a la ceniza y a la arena.

Tus piernas buscan la plenitud.
Por eso huyen de cada instante agotado
y dejan el rastro de su quemadura.

Tus piernas son un espejo que también sueña con duplicarse.
Tus piernas juegan a las adivinanzas.
¿Qué se esconde detrás de los ojos que logran inquietarlas?

Tus piernas fueron requeridas para probar un zapato viudo.
Pero tus pies no tenían la huella de una cenicienta.
Desde entonces más de un príncipe sueña
con poder rescribir su historia.

Tus piernas avanzan quedamente, muy despacio.
Aún no me explico por qué deslumbran como relámpagos.

Tus piernas arrugan el abrigo de invierno.
Se insinúan por sus pliegues dolorosos.
Así protestan por el largo asedio del frío.

Tus piernas son un río
en el que nadie acaricia dos veces la misma orilla.

Tus piernas emiten señales luminosas en medio de la noche.
Aunque resulta inalcanzable
para la mayoría de los náufragos
la tierra que prometen.

Tus piernas están en permanente peligro.
Ariadna es mujer envidiosa
y además hace tiempo que desea
congraciarse con el Minotauro.

Tus piernas —me ha dicho un médico forense—
no dejan de ser una necesaria relación
de huesos y músculos envueltos por la piel
como un paquete de regalo.
Qué visión tan lamentable de un prodigio.
La misma que sobre la poesía tienen
algunos críticos literarios.

Tus piernas también miden el paso del tiempo.
Saben que el final del camino no admite exceso de equipaje.
Apenas un rastro de arena, un perfume…
ya sin memoria.

Tus piernas alimentan el viejo mito del retorno.
¿Quién no soñó con volver a ser un niño o Tarzán
—el hombre simple y bueno—en medio de la naturaleza?

Tus piernas son muy sofisticadas
con medias de seda y tacones estrechos.
Siempre tuvieron andares de reina.
Y, de vez en cuando, les gusta enseñar su corona.

Tus piernas se despiertan como si nada hubiera sucedido.
Levantan el vuelo de las sábanas
sin sobresaltos, casi sin hacer ruido,
de regreso a su laguna.

Tus piernas en la sombra de la alcoba, son las más diestras.
Las que imprimen velocidad al centauro.

Tus piernas cortan como tijeras
lo que consideran innecesario.
No nacieron para las cadenas,
tampoco para los naufragios.

Tus piernas fueron a explorar nuevos territorios.
Si alguien desea saber por dónde andan esta noche,
que pregunte a la otra cara de la luna.

Tus piernas entran en la oficina.
Los empleados inclinan la cabeza con indisimulado respeto,
para contemplarlas con más detalle.

Tus piernas más que adornos
llevan puestos los cepos de Diana.
Con calculada precisión enseñan los ligueros
que besan sus líneas más secretas,
de los que cuelgan los ojos desgarrados
y ornamentales de más de un pájaro.

Tus piernas recuerdan que la vida es corta
y demasiado larga su belleza.

Tus piernas desnudas incitan
a desnudarlas de nuevo.
Quién pudiera alcanzar su desnudez última
para vestirlas de nuevo y comenzar a desnudarlas.


Tus piernas han recorrido la mitad de su belleza.
Que el tiempo no se detenga, porque la eternidad es este instante.

Tus piernas cruzan el bosque. El lobo feroz llora de impotencia.

Tus piernas no precisan un espejo mágico.
Les basta la unanimidad de los videntes.

Tus piernas son de diosa.
Y ya se sabe lo que pasa con las piernas de las diosas,
que bajo sus mármoles fríos arde el fuego de las bacanales.

Tus piernas inventan un argumento cada día.
Aunque el sol se ponga por el mismo horizonte.

Tus piernas por mi vida.
Ya sé que resulta anticuada esta propuesta.
Pero, ¿quién no desea habitar en el paraíso?

Tus piernas están de compras por los grandes almacenes.
Se mueven con rapidez por las secciones,
flexionan sus rodillas, elevan sus talones y arrastran el peso de la tarde.

Tus piernas no tienen dueño
y sí muchos perros que les ladren.
Tú misma desconoces el lugar adonde han de llevarte.

Tus piernas en el otoño parece que también se deshojan.
Qué dulce la savia del olvido.

Tus piernas son el pecado, la tentación de cada día.
Los renglones torcidos que todo lo enderezan.

Tus piernas barajan la suerte marcada de los afortunados.
En esa partida el azar apenas decide.

Tus piernas centran el punto de mira.
En vano un locutor de televisión anuncia el cese de hostilidades.

Tus piernas impregnadas en aceite con el dorsal de la indiferencia.
Largo va a ser el maratón de la noche.

Tus piernas danzan sobre la pradera de un bar.
Enmudecen los tambores, fascinados.

Tus piernas duermen bajo el sol del verano.
Que nadie las despierte, para que mi sueño no se desvele.

Tus piernas en el jardín. Lejos queda el otoño.

Tus piernas a veces amanecen tristes como dos gatas melancólicas.
La luz del día se parece entonces a un roedor insaciable.

Tus piernas, aunque inmaculadas,
son de este mundo.
Por eso inquietan tanto a los santurrones y a los arcángeles,
que ante su contemplación padecen más de un rigor místico.

Tus piernas se ponen en marcha.
Como una perrita faldera la luna las sigue.
Tus piernas son felices descalzas,
sin ataduras, ni huellas permanentes.

Tus piernas vibran en el arco de la playa.
Qué héroe no soñó con unas flechas tan audaces.

Tus piernas no cuentan historias,
ni se defienden de las miradas de la gente.
La belleza suele ser así de silenciosa.

Tus piernas se mueven como las hojas de un libro abierto.
Quién pudiera descifrar los signos de sus deseos.

Tus piernas provocan el vértigo o un dulce sosiego.
Abismo y remanso en la misma orilla.

Tus piernas huyen irremediablemente.
Los segundos acompasan sus pasos.

Tus piernas pueden ser trágicas.
Conocen demasiado bien la trama de la comedia.

Tus piernas puntuales recorren la esfera del día
y revelan la hora con más precisión que un informe sociológico.

Tus piernas niegan las profecías.
Son la insurrección de la carne que resucita a los muertos que las miran.

Tus piernas caminan descalzas por la playa,
descalzando la arena que no puede atarles los cordones de sus zapatos.

Tus piernas detestan el tacto frío.
Las manos de manual con fe de erratas y otros roedores.

Tus piernas quiebran cualquier simetría.
Son la atracción de los contrarios.

Tus piernas dos caminos o una luna partida.
La promesa del hallazgo o del encuentro.

Tus piernas se burlan del principio de autoridad.
Conocen demasiados finales que lo niegan.

Tus piernas suben la escalera repicando en la campana de su falda.
Llamando a la oración de los sentidos.

Tus piernas esta noche.
¿Quién puede envidiar la realidad de otro sueño?

Tus piernas en el infierno.
La tentación de los ángeles.

Tus piernas conocen demasiado bien la pobreza,
por mucho que sus árboles se vistan de reales académicos.

Tus piernas están llenas de metáforas,
como versos infinitos.

Tus piernas ponen a prueba la lucidez.
Heracles jamás pudo conquistarlas por la fuerza.

Tus piernas son la viga del ojo ajeno,
que sólo ve la paja de sus muslos bellos.

Tus piernas tendidas en la hierba.
Los árboles de sombra, las flores, la fuente de agua fresca
que rumorosamente corre…
Aparece el locus amoenus donde ellas se detienen.

Tus piernas no ven por delante el mundo.
Se conforman con caminar a su lado, paso a paso con su montera.

Tus piernas pueden conceder la inmortalidad de una noche.
Nada podrá hacer el gusano, ni el viento que dispersará su arena.

Tus piernas tejen un tapiz prodigioso,
para que el pobre Ulises pueda, al menos, consolarse los ojos.

Tus piernas son una visión del mundo.
La realidad también puede ser hermosamente intensa.

Tus piernas alimentan los monólogos interiores,
dando pábulo al condenado que a duras penas sobrevive.

Tus piernas tienen el rumor del agua que corre
por la imaginación y el recuerdo.
Así calman, piadosas, la sed del sediento.

Tus piernas bajo la parra sombreada de su falda,
proclaman la primavera. El fruto inagotable de la dicha.

Tus piernas son el mejor deseo.
A su lado la tierra es leve.

Tus piernas en la edad de lo posible.
Bajo su sombra todo florece.
Tus piernas se llevan la luz de la tarde.
Inquieto y famélico, un viento frío olisquea los rincones.
La noche nace huérfana.

Tus piernas me han enseñado la ciudad de la alegría.
Ésta tan triste que ahora recorro con el paso cambiado.

Tus piernas ponen mi corazón en un puño.
El mismo que desea abrir sus dedos
—o mejor sus alas— para liberar su latido.
Y yo sé muy bien por dónde.

Tus piernas vienen de ida y van de vuelta.
La luna ilumina su mediodía y el sol las sombras de su plenilunio.

Tus piernas esperan el verde guiño del semáforo.
Pasan vertiginosos los coches, ciegos en su sentido.

Tus piernas doblan la esquina de la calle.
Una nueva página comienza.

Tus piernas se sumergen en el mar.
Brillan las olas iluminadas.

Tus piernas señalan el rumbo de la aventura.
Tienen el mapa de la isla del tesoro.

Tus piernas también encierran más de una contradicción.
En algunas ocasiones afirman lo que niegan.

Tus piernas sobre el diván.
La negación del psicoanálisis.

Tus piernas se parecen tanto que me equivocan,
cuando se cruzan en mi mirada.
Y nunca sé si es la derecha la que se adelanta juguetona bajo la piel del zapato,
o es la izquierda la que no pierde pie sobre la tierra que pisa.
A veces me pregunto si tienen deseos gemelos.

Tus piernas aman la verdad de las manos
que buscan la verdad y se afanan por encontrarla.
Tus piernas proyectan su sombra por la luz del mediodía.
Mis manos van en su busca, asombradas.

Tus piernas parecen las alas de una mariposa.
Entre los dedos dejan el color
inolvidable de su ausencia.


(Ricardo Labra)