domingo, mayo 13, 2007

Caro amico ti scrivo






Querido amigo: Perdóname. Sabes que he estado mal, muy enfermo podría decirse, y no has tenido noticias mías. He abandonado hasta mi diario, y apenas escribí unas líneas. Pero tú siempre me escuchaste y quiero contarte. Sabes que siempre vas conmigo en mi corazón, y siempre pienso en ti y en como te irá todo. Estas últimas semanas fueron terribles. Puedo decirte sin exagerar que casi he convivido con la muerte a diario. La persona más importante en mi vida se marchó lejos, de una forma apresurada y misteriosa, casi sin decir adiós, y no se apenas de ella, salvo lo que leo en la prensa. No sé que pasó pero siempre sucedió así, se marchaba sin pensar que estaba aislado y que sentía una mano en mi pecho que me decía "no me sigas, esto no es asunto que a ti te importe" a pesar de mi entrega hacía sus cosas, hacía su vida con mi propia vida. Intenté buscarlo pero no lo logré, incluso creo que las cosas que le enviaba no le interesaban, las cosas que le dejé en el buzón, aun ni las vio porque ya se ha marchado, y no comprendo el por qué. No me dio ni una opción de felicitación en su día, aunque en esta carta te digo que hoy mismo le mandé un cariñoso mensaje, para que sienta que no me olvido en un día tan importante. Como te decía, eso fue solo el comienzo. Mis ojos han notado el paso de tan terribles días, pues en las mañanas amanecen inflamados y casi cerrados, llenos de suciedad, legañas. Y con los ojos hinchados amaneció el primer lunes. El que supe que un niño al que vi crecer como veo crecer a mi bebé, con tan sólo veinte años, un coche lo ha destrozado al pasar por encima de su moto. Lo terrible no fueron sus fracturas de piernas y brazos: lo terrible fue la operación a vida o muerte por un coágulo en un pulmón. ¿Sabes amigo lo que es ver postrado en una cama, inconsciente a un chiquillo lleno de tubos para mantenerlo aun en este mundo al que él no le había hecho daño alguno y así lo ha tratado? Imagina la cara de esos padres, de esa madre, morena, guapa, simpática, que a mí siempre me sonreía y me llamaba por mi nombre. Hoy es un espejismo de lo que fue, sólo eso. Al hablar con ella y ofrecerme para todo lo que estuviese en mi mano hacer, me dijo: "Reza, sólo reza por él". Y así hago, aunque tú sabes que soy especial a la forma de rezar, pero soy sincero en mis oraciones. El trabajo tampoco me trató demasiado bien. Hay personas que vagan por la vida tan sólo con el interés de sus propias cosas, y creen que deben triunfar a costa de todo y todos, y lastiman, hieren, hacen daño en lo más profundo. Y sabes que nunca comulgué con esos asuntos de pasar por encima de todos los demás, y que mi fuerte carácter y los principios que aún creo que no olvidé hacen que me revele ante la injusticia. Aunque esa historia ya te la contaré cuando llegue a su final, no merece la pena hablar de ese tipo de personas. Y aunque me lastimaron donde más duele, siempre encuentras una compañera de trabajo donde dejar caer en su hombro la cabeza, llorar y desahogarte. ¿Recuerdas a mi bebé? Cumplió años, sí. Intenté ser un buen padre aquel día, entregarle todo lo que tengo para su día más feliz, y no me refiero a cosas materiales que el tiempo desgasta, que el tiempo se lleva; ya sabes que me refiero: todo mi cariño, mi corazón, que entendiese que daría mi vida por ella en cualquier momento si me lo pidiese. Todo sucedió de forma preciosa, entre gritos y saltos de los bebés amigos, y no importó que a su padre le sucediesen en ese día tantas cosas, como si de una película de humor se tratase, traspiés tras traspiés, no importó. Sólo extrañé a su madre: no hubo felicitaciones, visitas, tarjetas... ni siquiera vio las fotos con su padre. Tal vez porque su padre ya dejó de ser el hombre que ella dijo que amó. Y te digo "que amó" porque supe que pronto se marchará lejos, a otro país, y yo ya no entré en sus planes, como hace tanto tiempo que creo que ya fue así. Pero todo no iba a ser felicidad completa para el bebé. Enfermó, y eso me tiene destrozado, y aunque sé que tiene curación, es mi carne la que veo sufrir, porque es parte de mí. Y si ella pestañea, yo lo siento; si ella respira, yo respiro; si ella ríe y es feliz, yo lo soy. Si ella está triste, se me parte el alma. Intenté buscar de nuevo a la persona que sabría que me iba a ayudar, pero no estaba. O tal vez no quiso estar. Su teléfono sonaba y sonaba, pero colgaba o no contestaba. Y no recibí una sola llamada. No sé por qué este es el pago de la amistad: el rechazo, la indiferencia. ¿Te dije que conviví con la muerte? No exagero, amigo mío. Ayer en mi tristeza busqué a mi mejor amiga, mi hermana del alma. Y otra vida sesgada: un primito de 18 años murió en el acto al estrellar su vehículo. ¿Cruel? Un día te desenganchan del pecho materno para comenzar a amamantarte de la vida, saborearla, ver lo bella que puede ser, y cuando te aferras a de nuevo como si de un recién nacido se tratase, a la teta de la vida, un duro golpe del destino te arrebata de cuajo la savia que estabas bebiendo. Y ese golpe ya fue demasiado duro, amigo mío. Ya mi cuerpo, mi mente, mis sentidos, no pudieron soportar más, y me derrumbé en sollozos, caí hasta el fondo de la angustia misma, por ver como todo se deshace en segundos, como la vida no vale nada, y que sólo el amor es lo importante, y si el te falta, la vida deja de tener sentido. Lloré, lloré y lloré, y recibí el ánimo de quien más desesperada estaba, como siempre hizo, ser fuerte por mí, a pesar de ser más pequeña, yo a veces sentí su protección como un niño. Tal vez por eso adopté un día una hermana. Me dijo que luego me telefonearía para ver como seguía, pero seguro que no pudo: demasiado dolor es el de ella para mis minucias. Ahora rezo también por ella, a mi estilo, pero rezo por ella y por esa joven vida que se marchó. Aun recuerdo cuando, hace mucho tiempo, un niño se marchó y detecté en una voz que algo había sucedido. Algo importante, algo muy cruel, como lo que ayer sucedió. Pero mi voz siempre fue la de un buen interprete, y creo que a pesar de todo, en la vida he sabido disimular el dolor, y conseguir no preocupar en exceso a los que en realidad se interesan por un amigo. Este es un breve relato, amigo mío, de lo acontecido en estos días tan tristes, en soledad, ausente de amor y cariño. Pero tenemos que ser fuertes, amigo mío. La vida tal vez no acaba aquí. Siempre queda un pequeño haz de luz, un pequeño rayito de esperanza de que algún día todo irá mejor, que serás querido, que serás amado, que ocuparás un espacio soñado. De hecho te diré que en ello estoy. He decidido ir en búsqueda de esta persona que desapareció dentro de unos meses; ya preparé mis maletas, mis pasajes, mis cosas necesarias, mis cosas imprescindibles, que bien sabes que son pocas: música, un cuaderno donde escribir y mi corazón abierto. Sólo, amigo mío, tengo un temor: llegar y encontrar el lugar vacío, deshabitado, sin nadie que me espere, y encontrarme de nuevo solo. Te quiero, viejo amigo. (Juanfran)