lunes, septiembre 24, 2007

EL AMOR DE MI VIDA





¡Tan pocas veces te escribí! Cartas de amor ¡Miles!, pero poemas, tan pocos, tan escasos.. Escribí a la soledad, a los amigos, a los lugares y en los lugares donde estuve, al amor, al Mundo. Pero a ti, o incluso que tú supieras que eras la destinataria, tan poco y, ¡tanto te debo!. Tal vez porque desde un tiempo ya lejano has sabido leer todo en mis ojos como nadie nunca hizo y consideraba innecesarias las palabras. O quizá porque sabes que Tauro traga saliva, o aprieta los dientes, no exteriorizar es designio casi siempre de Tauro, aunque simultáneamente su corazón palpita de manera intensa e incesante.

Es mi desdicha, y a la vez, mi gran (mayor también) fortuna: me conoces demasiado, puede que más que yo mismo.
Una vez más, de noche, leí a Salinas y ¡me gustó tanto!. Mi biografía (tan sólo la de "ser humano") se sintió tan cercana y parecida a la suya. Se que jamás sabría expresar como él con palabras bien articuladas en un verso lo que cualquier alma tocada por el influjo del amor y la pasión llega a sentir. Más me vi tan reflejado en esa frase de uno de sus maravillosos poemas que más abajo he citado, que no dejo de repetirlo: "Y tus enigmas, los que nunca entenderás, son esas cosas tan claras". Esas maravillosas frases que explican el por qué de esas cosas que al ser exclusivas de un ser, pasar desapercibidas para quien las posee, aunque no para el resto del universo, aunque en este caso el universo sea sólo yo. Esas "cosas tuyas, amor" que jamás entenderás por qué irremediablemente y, como un imán, me unen tanto y definitivamente siempre a ti.

He pensado que quizá me guste tanto escribir durante la noche porque tú me enseñaste a buscarle caras a la luna. Y a día de hoy, aun las encuentro. Y quizá también por eso te siga amando tanto de esta manera que tú solamente entiendes.



Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

(Pedro Salinas- La voz a ti debida)