Poesía y poco más

jueves, julio 29, 2010

MARINERA



Espesa de brumas de todos los mares,

Y tu cara llena de curiosidad,

Llegaste en un barco que vino a estos lares

De un país lejano como tu ansiedad.



Tenían tus ojos dulzuras de enero,

Empinado el gesto por la ensoñación,

Frescura en el alma, tu acento extranjero,

No sé qué destino prendió tu ilusión.



Marinera,

Siento temblar todavía

Tu mano puesta en la mía,

Soñando por la ribera.



Marinera,

Flor de espuma tan lejana,

Que encontrara una mañana

Y como vino, se fuera.



Marinera,

Tengo el recuerdo grabado

De aquel amor que he dejado

Dolorido por la espera.



Marinera,

Ya nunca podré olvidarte,

Y aunque jamás pueda hallarte,

Siempre, siempre te querré.



(Tango Argentino. Versión de Los Sabandeños).

Que bien, vivimos en Spain.

Resulta curioso como está el patio, los argumentos que se escuchan, desde lo más racional a lo más extravagante o surrealista, con la decisión tomada por el Parlament de Cataluña acerca de la prohibición de las corridas de toros en 2.012. Y a veces, viendo las portadas de los periódicos, o los titulares de las ediciones de noticias, parecen que transmiten la sensación de ser un “asunto gravísimo, casi asunto de Estado”, y creo que hay que recapacitar un poquito.



Hoy compartía cartel de noticias del ¿gravísimo? Asunto taurino con la (para mí, si) muy feliz noticia de la suspensión de la famosa ley de Arizona que transformaba a delincuentes a seres humanos que no cumplen con “requisitos administrativos y burocracias”. Porque es demasiado cruel pensar que el instinto humano de supervivencia (que todos tenemos, ricos y pobres) lleve a personas a buscar un horizonte mejor, y terminen siendo tratados con el mismo rasero que quien empuña una pistola y mata a un semejante, o pone una bomba bajo un coche. Es cruel, e inhumano. Por eso me siento relativamente feliz, relativamente porque aun no ha acabado la batalla, pero feliz porque se ha puesto un punto de cordura. Y al tiempo, me siento feliz de hacer una doble lectura: esta ley en la “Piel de Toro” (nunca mejor para la ocasión) no tendría cabida jamás (a pesar de que algún programa político coqueteó con esos asuntos en épocas interesadas, devolviendo un tufillo de épocas dictatoriales ya pasadas, donde, entre otras cosas, éramos un País con inmigrantes que sobrevivieron lejos de nuestras fronteras), y en segundo lugar, que se haya debatido en un Parlamento Autonómico la muerte de animales en un espectáculo público arraigado socialmente, es indicativo que las personas “per se” ya son asunto sagrado e intocable para el legislador y el mismo ciudadano, y hace que avancemos y nos preocupemos del resto de seres vivos. ¿Positivo? Yo creo que sí.



En Francia, Brigitte Bardot se alegra de la prohibición taurina. Me alegraría que también defendiese además de a las focas y a los toros, a los inmigrantes de Marruecos en París, todo lo contrario a lo que hecho decenas de veces de la mano del Fascista Le Pen con sus programas políticos racistas y xenófobos. Eso sí, es que las focas son seres vivos, ¿no?.





Un juzgado de EE UU suspende los artículos más polémicos de la ley de Arizona. El texto, que iba a entrar en vigor este jueves, convierte en delito ser inmigrante ilegal.

(Antonio Caño- Washington - 28/07/2010)

Las celdas que el sheriff Joe Arpaio había preparado para alojar a los inmigrantes detenidos conforme a la estricta nueva ley del Estado de Arizona van a quedar por el momento vacías porque la justicia ha decidido, en el último minuto, suspender temporalmente los artículos más polémicos de la legislación que entra este jueves en vigor, incluido el que criminaliza la inmigración ilegal.

La juez Susan Bolton, que lleva la denuncia presentada por el Gobierno federal contra la ley de Arizona, ha basado su decisión en la consideración de que algunos de los artículos contenidos en esa iniciativa "perjudican a extranjeros legalmente residentes en Estados Unidos, incluso a ciudadanos norteamericanos, puesto que su libertad se ve afectada mientras su estatus es comprobado".
Estatus migratorio

La ley "requiere" (no sólo permite) a la policía comprobar el estatus migratorio de cualquier persona retenida por la comisión de cualquier falta o delito, tan simple como una infracción del tráfico o la violación de una ordenanza municipal, que resulte sospechosa, a criterio del agente involucrado, de haber entrado al país ilegalmente. La policía puede, de acuerdo a esa ley, mantener bajo custodia al sospechoso durante el tiempo que se requiera para hacer esa comprobación.

Bolton, antigua juez de condado elevada al distrito federal por el presidente Bill Clinton, paraliza también otros tres artículos polémicos, como el que acelera los procesos de deportación o el que convierte en delito el hecho de no portar papeles, y deja vigentes a partir de hoy únicamente aquellos que no son motivo de controversia, como el que castiga a las personas que recojan inmigrantes indocumentados en la calle para llevarlos a trabajar o el que crea mecanismos de reclamación en el caso de que alguien se sienta víctima de discriminación racial.

En las horas que restan entre la decisión de la juez y la entrada en vigor de la ley habría todavía, técnicamente, tiempo como para que el Estado de Arizona presentara un recurso ante un tribunal federal de apelaciones y una petición de que paralice la decisión de Bolton mientras se decida el recurso. Es decir, que podría buscar un congelamiento judicial de una orden de congelación. Pero los expertos creen muy improbable que una maniobra así pueda surtir efecto.

El largo periplo judicial

Lo que sí es seguro es que esta decisión judicial será elevada a un tribunal de apelaciones, probablemente por las dos partes implicadas: Arizona, para defender el conjunto de su ley, y la Administración central, para conseguir su completa revocación. Hay que recordar que el Gobierno de Barack Obama recurrió la ley ante los tribunales por considerar que el Estado de Arizona no tiene competencia constitucional para legislar sobre una materia, como la inmigración, reservada en exclusiva a las autoridades federales.

Y lo que es seguro también es que la batalla, larga y costosa en los tribunales -esto acabará quizá dentro de unos años ante el Tribunal Supremo-, será encarnizada en la arena política. Obama asumió un alto riesgo al denunciar la ley de Arizona, que cuenta con el apoyo de un 60% de los estadounidenses, según distintas encuestas. Al hacerlo, el presidente se sitúa frente a una mayoría de ciudadanos que dan prioridad a la seguridad fronteriza sobre el respeto a los derechos humanos, pero se reconcilia con los votantes hispanos, que pueden tener un papel relevante en las próximas convocatorias electorales. Para compensar su decisión, Obama ordenó el envío a la frontera con México de 1.200 soldados de la Guardia Nacional, que comenzarán a llegar desde principios del mes de agosto.

Un asunto con peso electoral

Este asunto va a ser, sin duda, uno de los temas estrella de cara a las elecciones legislativas de noviembre. Obama y algunos congresistas demócratas están impulsando la elaboración de una ley migratoria que aborde en conjunto los problemas de la seguridad fronteriza y de la permanencia de 12 millones inmigrantes sin papeles, pero es poco probable que en los meses que restan se alcance el consenso necesario para su aprobación.

La decisión judicial anunciada ayer agudizará también la polémica migratoria sobre el terreno. En Arizona se habían registrado en las últimas semanas algunas señales alarmantes sobre el nivel de tensión al que este debate está llegando. Una de ellas fue el patrullaje fronterizo nocturno que realizan periódicamente grupos extremistas armados.
Las organizaciones hispanas están preocupadas de que los brotes racistas puedan hacerse más frecuentes y más peligrosos como consecuencia de la frustración por la paralización de la ley de Arizona, y han convocado para los próximas días manifestaciones y actos en defensa de la convivencia racial y de los derechos de los inmigrantes. Un grupo de niños, hijos de inmigrantes en situación ilegal pero nacidos en EE UU, se concentró ayer frente a la Casa Blanca para pedir que sus padres no sean deportados.

Uno de los más frustrados por la decisión de la juez Bolton es el sheriff Arpaio, que dijo, poco después de conocerse la noticia, que no le había sorprendido, pero que eso no va a impedir que él siga cumpliendo con su trabajo de "limpiar las calles de indeseables". Arpaio no es hombre contemplativo. En los dos últimos años, su condado ha deportado a más de 26.000 inmigrantes indocumentados, una tercera parte de todos los del país en ese periodo.


"Esta tierra de Arizona es nuestra tierra"
La ley contra la inmigración refleja la polarización de la sociedad en el Estado fronterizo con México

GUILLERMO ALTARES (ENVIADO ESPECIAL) - Phoenix - 31/05/2010

Con una chapa en la que puede leerse "las armas salvan vidas", una joven trata de animar a su contertulio a que se sume a los Tea Party de Arizona, este movimiento populista ultraconservador que se está haciendo fuerte en Estados Unidos a la derecha del Partido Republicano. Su quiosco está presidido por un cartel en el que puede leerse: "Para inglés, pulsa 1. Para deportación, pulsa 2". Poco después de que terminase la marcha que reunió el sábado a miles de hispanos en el centro de Phoenix contra la nueva ley de inmigración de Arizona, unos 2.000 partidarios de la legislación, calificada de racista por grupos de derechos civiles y que ha encendido un debate nacional, se congregaron en un estadio de Tempe, una de las urbes que conforman la capital de este Estado del suroeste de Estados Unidos, fronterizo con México.

Más allá de la anécdota y de los lemas en muchos casos delirantes que adornaban las casetas -desde "Karl Marx no era un padre fundador" hasta "¿Qué parte de la palabra ilegal no has entendido?", "Ilegal no es una raza, es un delito", "Una sociedad armada es una sociedad civilizada", "Obama [con una hoz y un martillo] da miedo"-, el encuentro ultra refleja la extrema polarización de la sociedad en torno a la Ley SB1070 de Arizona, que comenzará a ser aplicada a partir del 29 de julio y que permite que la policía pare a cualquiera y le pida su documentación basándose en que pueda parecer un inmigrante sin papeles. La contestación a la ley ha provocado una movilización hispana sin precedentes en Estados Unidos.

Una encuesta nacional difundida la semana pasada por las cadenas de televisión NBC, MSNBC y TeleMundo revelaba que un 61% de los votantes respaldaban la nueva ley. El mismo sondeo señalaba que un 40% de los votantes registrados respaldaría a un candidato republicano que apoyase la nueva legislación, un dato muy importante para un año electoral (se celebran legislativas en noviembre). Y, en Arizona, la situación está especialmente polarizada, si no sería imposible que un sheriff como Joe Arpaio fuese reelegido una y otra vez desde 1992.

No estamos hablando de un tipo que se pasea con una estrella por la calle principal de un pueblo polvoriento del Oeste: Arpaio, un ex agente de la Agencia Antidrogas de EE UU (DEA) de origen italiano, de 67 años, es una de las máximas autoridades policiales del condado de Maricopa, que incluye la aglomeración urbana de Phoenix y que cuenta con cuatro millones de habitantes, un 31% de ellos de origen hispano. Y este sheriff -jaleado en el mitin del sábado por la noche en Tempe y vapuleado en la manifestación hispana que tuvo lugar unas horas antes- ha construido su reputación basándose en la extremada dureza, sobre todo con los sin papeles. Una de sus máximas hazañas es la Cárcel de Tiendas de Campaña de Phoenix, que exhibe con orgullo en su página web, y en la que se hacinan más de 2.000 detenidos, vestidos con trajes de presidiario a rayas y ropa interior rosa. Ya en 1995, un diario local, East Valley Tribune, ganó el Premio Pulitzer por una serie de reportajes sobre su acoso a los inmigrantes.

Y la mayoría de los votantes de Arpaio no asisten a mítines ultras como el de ayer en el que, parece muy demagógico pero fue así, los únicos hispanos presentes trabajaban como camareros en los restaurantes de comida rápida del estadio de béisbol en el que se celebró. El encuentro arrancó con el canto del himno estadounidense y un tremendo aplauso cuando acabó con el famoso "land of the free, home of the brave" (tierra de los hombres libres, hogar de los valientes). Aplausos similares se escucharon cuando un orador elogió a Fox News (casi se cae el estadio), cuando se levantaron los veteranos de guerra o cada vez que se nombraba la Ley SB1070. Los mayores abucheos se los llevaron Barack Obama y el presidente de México, Felipe Calderón. "¿Me escuchas, México? ¿Puedes escucharme desde aquí? Pues debes tener claro que esta tierra es nuestra tierra, no es tu tierra. Hemos pagado por ella, hemos trabajado por ella", exclamó desde la tribuna Larry Wachs, un periodista de Atlanta. Pam Stephenson, responsable de los Tea Party de Arizona, manifestó: "Juntos haremos más seguras nuestras fronteras y conseguiremos que regrese nuestra nación".

La ley SB1070

- La ley SB1070, aprobada en abril en el Estado de Arizona, y que entrará en vigor el 29 de julio, establece que la policía podrá parar a cualquier persona que pueda parecer un inmigrante sin documentación.
- Expertos legales aseguran que la legislación puede violar la Cuarta Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que prohíbe las detenciones arbitrarias.
- Comisarios de varias de las principales ciudades de Estados Unidos han pedido al fiscal general que impugne la ley. Afirman que no disponen de medios para aplicarla


El mundo de Joe Arpaio, el 'sheriff' más duro del oeste y maestro de las relaciones públicas.
Una de sus 'hazañas' es la cárcel de tiendas de campaña, en la que los presos, condenados generalmente por delitos menores, son obligados a llevar ropa interior de color rosa y trajes a rayas

GUILLERMO ALTARES | Phoenix (Enviado especial) 02/06/2010

Joe Arpaio, el sheriff del condado de Maricopa, en Arizona (cuatro millones de habitantes), cultiva una imagen de dureza. Bueno, en realidad, lo que hace ante todo es cultivar una imagen porque es una auténtica oficina de relaciones públicas. Acusado de acosar a los inmigrantes hispanos, de racismo, de estar obsesionado con la persecución de los sin papeles, se ha convertido en uno de los personajes más citados, a favor y en contra, en todo el debate en torno a la ley de inmigración de Arizona, la SB 1070, que a partir del 29 de julio permitirá a la policía pedir los papeles a personas que, por su aspecto, pueda parecer que residen ilegalmente en el país.

Arpaio, de 77 años, ex agente de la DEA durante un cuarto de siglo, lleva siendo reelegido como sheriff -uno de los muchos cargos que se votan en Estados Unidos- desde 1992. En aquellos tiempos el condado de Maricopa contaba con un millón de habitantes, hoy tiene cuatro millones de almas: Phoenix, que forma parte de su territorio, es la ciudad que más rápidamente ha crecido en EE UU y ya es la quinta urbe del país. Es un tipo directo, al que le encanta recibir a la prensa -apenas han pasado unas horas desde que se pide una entrevista hasta que se consigue- y que hace exhibición de dureza, empezando por su pisa corbatas con una pistola, una dureza grotesca, casi de caricatura, pero que le ha convertido en un personaje muy conocido a nivel nacional y que le hace ganar unas elección tras otra. Incluso se llegó a hablar de la posibilidad de que se presentase a gobernador.

Entre sus muchas hazañas, que exhibe a la prensa sin complejos, está la cárcel de tiendas de campaña. Situada junto a la prisión del Sheriff, en una de las inmensas avenidas que componen Phoenix (una ciudad que crece y crece y crece en medio de la nada), la Tent City de Arpaio es una cárcel formada por tiendas de campaña, en la que los presos, condenados generalmente por delitos menores, son obligados a llevar ropa interior de color rosa y trajes a rayas, como los de los apandadores. En la garita más alta, un cartel, como si se tratase de un motel, reza: "Habitaciones libres". "La idea es que aquí en Arizona, todo el mundo cumple la condena, íntegra. Si la haces, la pagas", explica el sargento que enseña las dependencias. "En otros Estados, como las prisiones están llenas, los liberan antes. Aquí, no. Aquí todo el mundo cumple la condena íntegra, porque basta con montar nuevas tiendas para que haya sitio", prosigue.

Preguntado por las acusaciones de violaciones de los derechos de los presos, Arpaio, en su oficina del centro de Phoenix, responde tranquilamente: "Una cárcel no es el Hilton". En su despacho, que tiene una vista magnífica sobre la ciudad, junto a su mesa, exhibe un cartel enorme sobre su Tent city: "Si no quieres cumplir la condena, no cometas el crimen". La oficina del sheriff es un lugar donde fluyen la testosterona y las armas. Su jefe de gabinete, sin ir más lejos, luce dos pistolas, una en cada sobaquera, que no se quita ni dentro de las dependencias.

Para las organizaciones que están promoviendo la creciente movilización en contra de la SB 1070, una protesta que cada vez más analistas comparan con el movimiento por los derechos civiles de los negros en los años cincuenta y sesenta y que se está convirtiendo en un fenómeno nacional, Arpaio simboliza lo peor de un Estado en el que la tradición racista ha convivido con una creciente población de origen mexicano. Los latinos son acosados a menudo por parte de los agentes del sheriff, que se enfrentan a decenas de demandas cada año. Si antes de la SB 1070, Arpaio era un personaje temido por la comunidad mexicana, cuando comience a aplicarse la ley las cosas irán a peor, mucho.

El martes por la mañana cuatro muchachos que participaron en una marcha desde Miami hasta Washington fueron a visitar al sheriff, a pesar de que tres de ellos residen ilegalmente en el país. Se trata de los defensores del llamado Dream Act, inmigrantes que llegaron sin papeles siendo niños a EE UU porque les trajeron sus padres y que, a pesar de ser totalmente estadounidenses, de haber estudiado aquí, de hablar castellano con acento inglés, no tienen la nacionalidad. Desde hace un año, una legislación espera en el Congreso para ser votada y permitiría que se les conceda la nacionalidad, bajo ciertas condiciones. Su causa cuenta incluso con la simpatía de sectores de la derecha.

"En todo Estados Unidos, muchos inmigrantes ven a Arpaio como el rostro del terror y no queremos que nuestras comunidades vivan con miedo", afirmó uno de ellos, Juan Rodríguez, el único que ha conseguido ser naturalizado. Los cuatro se plantaron en la oficina del sheriff, vestidos con camisetas rosas y acompañados por numerosos activistas que lucha contra la SB 1070. Pero Arpaio es un maestro de las relaciones públicas y detenerlos estaba fuera de cuestión. Montó una rueda de prensa, los abrazó y pareció emocionado cuando le contaron su historia. Y esta mañana estaba en todos los informativos.


Un nuevo movimiento por los derechos civiles prende en Arizona.
Decenas de miles de personas se manifiestan en Phoenix contra la nueva ley de inmigración.
El movimiento se extiende por otros Estados lejanos de gran población hispana.

GUILLERMO ALTARES | ENVIADO ESPECIAL, PHOENIX 29/05/2010

La referencia no puede ser más clara. En la marcha que hoy ha reunido durante todo el día decenas de miles de personas en Phoenix contra la nueva ley de inmigración de Arizona, las palabras Selma Birmingham o Martín Luther King se pronunciaban constantemente. La movilización contra la ley SB 1070 -que comenzará a aplicarse el 29 de julio y que permite a la policía parar a cualquier persona que sospeche que pueda estar de forma irregular en el país y pedirle sus papeles- ha tomado como modelo el movimiento por los derechos civiles que en los años cincuenta y sesenta cambió para siempre este país.

Lo tenía en la pared de casa y lo he sacado a pasear", señala Beny, de 60 años, un estadounidense de origen alemán, que ha acudido a la marcha con un cartel enmarcado del pastor que inició en Montgomery (Alabama) la lucha por los derechos de los negros. "Peleo también por los derechos de mis nietos, sospechosos por el color de su cuero. Con esta ley se puede llevar al bote a cualquier persona solo por el color de su cuero", insiste Beny en un colorido castellano. En la parte de abajo del cartel ha colocado una foto de sus dos nietos, mulatos; encima puede leerse una de las frases más célebres del doctor King: "El odio sólo lleva al odio".

La mayoría de los asistentes a la marcha era de origen mexicano: en total en Arizona se calcula que hay unos 460.000 inmigrantes irregulares, según datos del Pew Hispanic Center (la población hispana roza el 38% de los seis millones de habitantes del Estado). No obstante, muchos esperan que las cifras del nuevo censo, previsto para este mismo año, sean inferiores porque bastantes irregulares preferirán no abrir sus puertas a cualquiera que se presente con un carné oficial. Pero, también porque muchos mexicanos están comenzando a instalarse en Estados vecinos, lejos de las huestes de Joe Arpaio, sheriff del condado de Maricopa (al que pertenece Phoenix), famoso por sus durísimos métodos y uno de los personajes más insultados durante la marcha.

"Sólo quiero trabajar y vivir en paz", señala un joven mexicano, inmigrante irregular, que trabaja desde hace cinco años como cocinero. Preguntado por su nombre responde con un cortés: "Mejor no". "Este es un movimiento que va a ser cada más grande, porque esto no se puede parar. Estamos hablando de nuestro trabajo, de nuestros derechos, de nuestro pan", insiste este cocinero. Lo que califica de "hostigamiento" por parte de los oficiales del sheriff ha hecho que los movimientos de cualquier inmigrante indocumentado se reduzcan enormemente. "Por eso no verás a muchos hermanos como yo por aquí", agrega.

Frases impregnadas de la mística del movimiento de los derechos civiles -como "De Selma a Phoenix", "Dream" (Sueño) o "We shall overcome" (venceremos)- aparecían varias veces en las pancartas que coloreaban esta marcha eminentemente familiar (y tan multiétnica como la propia sociedad estadounidense) y trazaban un claro paralelismo entre las ciudades del Viejo Sur que encabezaron aquella lucha y lo que ocurre en Arizona desde que, a finales de abril, la gobernadora Jane Brewer firmó la ley SB 1070. "Es lo mismo, aunque disfrazado de diferente forma", responde Martín, de 38 años, cuando es preguntado sobre el movimiento de los derechos civiles.

Esta marcha de Phoenix es la segunda que se produce en estos meses: la última reunió a 25.000 personas, pero lo más importante es que el movimiento ha prendido en otros Estados de amplia población hispana, como Tejas o la vecina California, que también vivieron manifestaciones masivas. "Queremos evitar que una ley como esta se vote en otros estados", señaló en una breve intervención Pablo Alvarado, líder sindical y uno de los organizadores del movimiento, que también está promoviendo un boicot económico contra Arizona.

"Siempre llega un momento en que las minorías tienen que luchar sus derechos, incluso tienen que imponer su criterio por encima de las mayorías", explica Marcos Viveros, de 40 años, que dirige una de las muchas organizaciones que se están empezando a articular en torno a este movimiento, que cada vez está cobrando una mayor amplitud. "Gracias a luchas similares, las mujeres lograron el derecho al voto en EE UU y la gente de color acabó con la segregación. Los padres fundadores hicieron este país basándose en los derechos de los ciudadanos y esta ley va contra ellos", prosigue Viveros, residente legal. Las encuestas revelan que, mientras los hispanos están en contra de la ley, la mayoría de la población estadounidense (en torno al 60%) sí apoya este tipo de legislaciones que permiten detener y arrestar a los inmigrantes irregulares.

"Pienso que sí, por eso estamos aquí", responde Anastasio Madrigal, 60 años, cuando es preguntado sobre si cree que marchas como ésta y la movilización que está empapando todo el estado podrán parar la ley. Madrigal, tocado con un sombrero vaquero y con la piel endurecida por décadas de tajo al sol, ha trabajado durante 40 años en la construcción y es ciudadano estadounidense desde los ochenta. "Tengo muchos amigos que no tienen papeles, que tienen miedo a salir a la calle, a ser detenidos, a los agentes del sheriff, pero que trabajan tan duro como yo. Por eso estamos aquí. David Román, un estudiante de 24 años que ha venido desde San Diego para participar en la marcha, afirma: "Por mucho que manden al Ejército, por muchas barreras y leyes que pongas, da igual, la gente va a seguir viniendo mientras no haya trabajo en sus países. Es ley de vida".

http://www.elpais.com/articulo/internacional/nuevo/movimiento/derechos/civiles/prende/Arizona/elpepuint/20100529elpepuint_9/Tes

El rock agridulce de James Taylor







Escuchar James Taylor puede activar distintas emociones, pero principalmente, fundamentalmente, activará recuerdos, muchísimos recuerdos y sensaciones vividas (y compartidas). Así es al menos para mi. Recuerdos del paso de la niñez a la adolescencia y que bien podrían situarse en el tiempo junto a un grupo de niños de EGB que, al salir del colegio visitaban una casona vieja muy cercana para olisquear en los ensayos de un grupo musical llamado “Retorno” que en un futuro se convertiría en el hoy famoso “Medina Azahara”, así conocí a los primeros músicos y sus guitarras electricas, sus melenudas cabezas y los tradicioneles focos de colores, pero sobre todo el recuerdo de que en esa época nació el interés por las músicas distintas a las que escuchabas en la radio de tus padres o en el pickup del el abuelo, o las que habitualmente tarareábamos en las excursiones escolares. La música del bostoniano evoca a épocas de instituto, cuando un grupo de amigos observábamos embobados la destreza del “amigo mayor” con su guitarra eléctrica y junto a su amplificador. La escena era tan novedosa para nuestras vidas (como todo en la adolescencia) que cada tarde acudíamos a su casa, convirtiéndonos en la pandilla de amigos “más pesada del momento”. Y fue en una de aquellas ocasiones cuando, por primera vez, la magia de la música de Taylor llevó nuestra mente a “Caroline”, tan suavemente como con la mayoría de sus canciones te suele transportar. Y de ese primer contacto permanecen vivos, inalterables, los recuerdos de mi amigo catalán y su habilidad para tras escuchar dos veces la canción inmediatamente memorizar las notas musicales y llevarlas con sus dedos a su guitarra acústica, si, se agolpan muchos recuerdos: de cuerdas de guitarra acústica, de suave country, de las noches en las playa en Punta Umbria, de tiendas de campaña, de chicos barbilampiños, de primeros amores, de lo caro que resultaba comprar cualquier vinilo, de como nos pasábamos las grabaciones en cintas de cassette, de mochilas y cabezadas en los pasillos de los trenes, de amigos que hace tiempo que se fueron...muchísimos recuerdos, media vida.

Cuando vi este artículo del diario El Pais me di cuenta que siempre se descubren cosas nuevas sobre cualquier asunto, en este caso, de la vida de James Taylor. Había ido adquiriendo primero algún vinilo (con dificultad) que otro, más adelante sus discos en CD, y coleccionando direcciones de la web con videos suyos, pero conocía poco al artista, al Hombre. Hoy me alegro de haber descubierto un poco más de un artista en mayúsculas y de su historia de superación. Ahora ya no hay fantasmas en Carolina.

¿Pese a no ser muy conocido? No estoy de acuerdo, Manuel Cuéllar: muchos niños crecimos al calor de la música de James.  

El rock agridulce de James Taylor

(Manuel Cuéllar 19/01/2008 El Pais)

Un año antes, un joven de 19 años nacido en Boston (Massachusetts) decide viajar a Londres para alejarse de Manhattan y la heroína. Graba una maqueta y logra hacérsela llegar a Paul McCartney y George Harrison, que por aquel entonces habían puesto en marcha un sello discográfico llamado Apple y buscaban un buen primer artista al que lanzar al mercado. Incluida en esa grabación que escucharon los Beatles estaba una canción titulada Something in the way she moves, un poema de un desconocido llamado James Taylor. Harrison tomó prestado el primer verso

El próximo 12 de marzo cumplirá 60 años. Está sentado en un sofá de una habitación del elegante y lujoso hotel Berkeley de Londres. Lujoso, pero sin aspavientos. Mira con la profundidad de sus ojos azules y con una franqueza que es toda una virtud. “Realmente, aquella fue la primera buena canción que escribí, creo”, confiesa, al tiempo que intenta quitarle hierro al asunto del plagio. “Toda la música se roba. Todas las canciones se basan en algo que ya se ha hecho antes. Tengo la certeza de que él sacó la idea para escribir su canción de mi maqueta. Estoy convencido de que es algo más que una coincidencia. Pero los Beatles también han sido para mí una gran fuente de inspiración. Y con 19 años me ofrecieron la sensación de que alguien hubiese abierto una puerta y que el resto de mi vida estuviese al otro lado”. Así es James Taylor. Humilde y agradecido, pero con la inteligencia de los hombres a los que el tiempo les ha enseñado que la vida puede ser la empresa más amarga y fascinante a la que todo ser humano se ve obligado a enfrentarse. Así son sus canciones y así lo definió una de las revistas más prestigiosas del mundo, Time, que le dedicó su portada del 1 de marzo de 1971. Se trataba de un reportaje en el que se analizaba una nueva tendencia musical una vez superada la protesta, la canción social y el ruido que habían reinado a finales de la década de los sesenta. El nuevo rock: agridulce y tranquilo. Y su cabeza visible: James Taylor.

Melancólicas, desconsoladas, frágiles, sombrías, oscuras; de esta forma son las composiciones de James Taylor, aunque, al mismo tiempo, en su universo hay sentido del humor y esperanza dentro de las turbulencias. Taylor, pese a no ser muy conocido y popular en España, es uno de los artistas más influyentes de la historia de la música contemporánea estadounidense. Ha vendido más de 40 millones de copias de sus discos. Su primer recopilatorio de grandes éxitos logró vender más de 10 millo-nes. El mismísimo Elvis hizo una versión de su Steamroller blues, y otros artistas como Ray Charles, Emmylou Harris, Al Jarreau o Jimmy Buffet han cantado sus versos.

Ahora, a punto de convertirse en sexagenario, vuelve a los orígenes y presenta un nuevo disco, One man band, con sus canciones de siempre, pero interpretadas tan sólo con una guitarra y un piano. “Quería volver a la versión original”, asegura el cantante. Casi a su adolescencia, en la que eran él, su guitarra y su mundo. Este disco, para los que aún no le conocen, es una de las mejores formas de introducirse en el alma de Taylor; para los ya iniciados contiene un DVD con todas las canciones subtituladas en castellano. Un gran trabajo. Pero al mismo James Taylor le sorprende el hecho de que desde 2002, cuando apareció su último disco de estudio (October Road), no haya grabado ninguna composición nueva. “Empezaré a quitarme de encima todo lo que me impide componer el próximo septiembre. He alquilado un pequeño inmueble a unas cinco millas de mi casa. Es tranquilo, no tiene teléfono y allí podré trabajar. Y espero poder tener un álbum listo en unos seis meses. Necesito, en este momento de mi vida, este tipo de tranquilidad para escribir; de otra forma, me resulta imposible”, asegura. Y confirma que tampoco su próxima entrega será de composiciones propias. “Se trata de un disco de versiones. Mi banda lleva tocándolas desde siempre y nunca las hemos grabado en un estudio. Me parece una gran oportunidad”.

James Taylor and the Original Flying Machine: así se tituló el primer disco que grabó el músico con su banda de 1966 en Nueva York antes de su aventura londinense. El resultado: un fracaso. El grupo estalló en mil pedazos, y los contratos discográficos y el mundo de los tiburones de la música pudieron con el alma sensible de James Taylor. Fue el peor golpe que podía recibir un chico que tuvo que ser internado en un hospital psiquiátrico debido a una profundísima depresión. En aquella época de zozobra musical, un joven con demasiado mundo interior y tal vez buscando un consuelo rápido comenzó a consumir heroína. “Cuando tomaba drogas me sentía colocado, pero muchas veces aterrorizado. La gente que utiliza drogas termina intoxicada tarde o temprano. Comencé a tomar heroína en 1966 y no paré hasta el 7 de noviembre de 1983. Es algo muy difícil de describir. Aunque es algo muy común en mi familia”. La madre de James Taylor, una soprano y melómana empedernida, le inculcó a él y sus cuatro hermanos el amor por la música. Tanto, que todos llegaron a grabar discos. Pero el germen de la mala suerte y la fragilidad estaba instalado en el hogar de los Taylor.

“En mi familia, la mayoría, o ha muerto o está recuperándose de las adicciones. Mi padre falleció por el abuso del alcohol y mi hermano mayor, Alex, murió de una sobredosis de alcohol. Es algo terrible imaginarse que debes mantenerte consciente para poder beber tanto al-cohol que termine matándote. Es... [en ese momento, al músico se le hace un nudo en la garganta]... la típica enfermedad familiar. A finales de los sesenta, en Nueva York, para mí era tan fácil encontrar heroína como comprar una cerveza. En esa época hubo al menos cinco veces en las que, después de picarme, probablemente no tenía que haber vuelto a la vida, pero aun así lo hice. Apareció una luz.

Un amigo de correrías se cruzó de pronto con aspecto sano y recuperado. ‘Cuando creas que estés preparado, hazme una llamada’, me dijo. Así lo hice. Pero, para decir mi verdad más honesta, nunca me he arrepentido de esa época; es cierto que tuvo mucho de pérdida de tiempo, pero no puedes reescribir las cosas, y es posible que aquello sirviera para salvarme la vida, no lo sé. Tengo suerte de que la droga no me matara. Es indudable que me hice daño a mí mismo, de eso no hay duda. Pero ahora he llegado a un momento de mi vida en el que me siento bien dentro de mi pellejo y me siento agradecido de estar vivo, y sé cómo hacer mi vida confortable. Es como si mi vida hubiera estado suspendida durante cerca de 20 años. Vale: he escrito canciones, he tenido una carrera, pero...”.

Todos esos infiernos están dentro de las canciones de James Taylor. Pero también el abandono, el amor, el desamor, su país, su casa, sus mujeres. Letras muy cuidadas envueltas en guitarras acústicas que James toca como sólo él puede tocar, y con unas armonías vocales que el músico cuida hasta la extenuación. “Hago la música que yo quiero escuchar, aunque también es cierto que en algunas de ellas se cuelan mensajes para otras personas. Back on the higway, My travelling star, Daddy is all gone, There is nothing like a hundred miles: todas ellas cuentan la vida en la carretera, la terrible contradicción de echar de menos a la gente que quieres pero, al mismo tiempo, necesitar hacer tu trabajo. Aunque, en otro orden de cosas, lo que quieren decir estas canciones es que, para este mundo, la forma de actuar de los hombres no es buena. Me refiero a hombres en contraposición con las mujeres. La energía del hombre es destructiva, y tendría que saber comportarse mejor, para empezar, con el planeta”.

Ésa no es la política más cercana a EE UU. “Que jodan a George W. Bush. Ese tipo no existe. Lo que ocurrió en aquellas elecciones fue un fraude a los ciudadanos y un fraude a la democracia. Todos sabemos que su Administración es criminal y falsa, sabemos que es opaco y corrupto, pero aún le seguimos votando. No tengo una explicación a por qué la mayoría de la población de Estados Unidos se sigue viendo representada por ese hombre”.

En esta historia falta el final feliz: “Las drogas son esencialmente aburridas y una pérdida de tiempo. Es tener la misma experiencia una y otra vez. Realmente, sustituyes las experiencias vitales por la droga; básicamente, reduces tus vivencias a una especie de anestesia química. Es tedioso, aterrador y deprimente. Al principio parece que funciona, te hace sentir mejor, más sociable, más echado para delante y con más éxito, y confortable. Pero, al final, la cuestión es que tienes suerte si no te mata o no mata a cualquier otra persona. Te dices que nunca más volverás a probarla una y otra vez. Cada mañana en la que te levantas enfermo, dices ‘nunca más’. Hay momentos terriblemente humillantes y descorazonadores, momentos clave, como presentarte delante de tus hijos totalmente drogado o quedarte dormido en una cena de Acción de Gracias por efecto de las drogas o el alcohol, o levantarte por la mañana y tener que dedicar tres horas a buscar tu coche porque no tienes ni idea de dónde lo has aparcado. Mi momento clave fue con la metadona: cuando tienes que viajar, te dan la cantidad necesaria. Recuerdo que tuve que hacer un viaje a Japón y, una semana antes de marchar de gira, me dijeron que la ley allí impedía introducir ninguna sustancia. No podía cancelar la gira. Me armé de valor y viajé sin la metadona. No podía comer nada, tenía convulsiones, como un animal enjaulado y loco en la habitación. Fueron dos semanas de mono y ahí lo supe. Ahora estoy recuperado”.

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