AL FINAL

Desde que pronunciaste mi nombre
seguí tu voz, como un niño perdido
busca al final del bosque
el Hada que le salva del peligro.
Escuchaba tu llamada de mujer,
y la seguía, apartando zarzas, piedras,
matorrales y enredaderas en la espesura,
a solas con la oscuridad.
Yo temblaba de frío y miedo
en unos caminos que no conocía,
iba desnudo, sólo mi corazón me acompañaba
y buscaba en tu regazo un poco de calor.
Vi una luz con cabellos negros
y una boca sonriente que decía:
¡ Ven, no te has perdido,
aquí estoy, al fin me encontraste!
Dejé caer mi cabeza en tus rodillas,
y acaricibas mi pelo, me cubrías con caricias,
tu aliento calentaba mi piel
y me quedé dormido en tu cuerpo.
Desperté, desperté perdido, solo,
mi Hada se había marchado
en la profundidad del bosque
que volvía a ser oscuro y tupido.
Te he buscado, te he buscado en las flores
en las nubes, en las montañas, en los arroyos,
te he buscado cuando cae la noche
y vuelvo a sentir miedo.
Te he buscado tanto, que mis pies tienen llagas
de andar tantos caminos. Que mis párpados están
agrietados de no dormir en tu busca.
Y te encontré al mediodía.
Si supieras cuantas veces soñé
aparecer de pronto en tu mundo,
sin que me vieras para sólo mirarte, llorarte,
y dejarte en el último banco de la iglesia
una violeta de frágiles hojas
y un pañuelo perfumado
para que pensaras que fue una alucinación
aunque sintieses allí mi alma vagando.